Salta renovará sus representaciones legislativas provinciales y municipales.
El domingo la elección no contará con las estelares candidaturas de cargos ejecutivos, lo que produce- por un lado- cierta indiferencia ante los electores que perciben la relativa incidencia de las representaciones colegiadas, especialmente en la resolución de los problemas más acuciantes de la sociedad y -por el otro- la tácita complicidad de los poderes reales, al reducir nuevamente una campaña electoral a cierto alineamiento, alguna mediana figura de liderazgo y ninguna propuesta temática, programática y menos aun política (en el sentido de la disciplina que se encarga de moldear el porvenir del hombre en su vida comunitaria).
Por lo expuesto, si en las últimas elecciones durante lo que va de este siglo la participación ciudadana apenas superó al 70% de los empadronados en ocasión de elecciones que incluían a cargos ejecutivos en general o legislativos nacionales, en esta ocasión, cuando solo elegimos legisladores locales, se presenta probable que apenas participe algo más del 60%, si es que no surte efecto la maquinaria de movilización especialmente orientada desde los municipios. Más precisamente serán los intendentes los que deberán plebiscitarse o –mejor dicho- obtener un Concejo Deliberante que se renueva por completo y que queda a la intemperie del impacto de cierta atomización de los electores en la categoría correspondiente, poniendo en riesgo el número propio necesario o un sistema de alianzas posibles que faciliten la gestión de gobierno. Esto pasa concretamente en aquellos municipios que cuentan con un cuerpo colegiado de consideración. El caso de mayor riesgo es el de la ciudad de Salta.
Mientras el Gobernador Urtubey prescinde de mayores manifestaciones públicas en el contexto electoral, el Intendente Isa se juega a fondo con el candidato a Senador Gustavo Sáenz, en una jugada que puede salir bien pero también mal. Si ocurre lo primero facilita el posicionamiento del lord mayor de la ciudad como futuro candidato del Justicialismo a Gobernador o Vice, si se perfila una reelección de Urtubey. Si la jugada falla el andamiaje tambalea.
Las presunciones de los últimos días de campaña en ocasión de que las encuestas o están muy bien guardadas o no se hicieron especulan sobre un empate en la senaduría capitalina entre Sáenz y Durán Cornejo, con ventaja para el primero. Pero, en realidad, si el nivel de electores no llega al 70% y se cumple la previsión de la teoría de la “espiral del silencio”, el gestor de Codelco puede ofrecer batalla y ser sorpresa.
De todas maneras no será fácil para el Intendente aunque gane su “avalado” Sáenz, porque el Concejo Deliberante presentará una realidad que reflejará el voto disperso y dará al oficialismo (al de este minuto) cinco o hasta seis concejales, que deberán lidiar con los espadachines romeristas Tonini y Medina, los representantes del Partido Obrero del Acuerdo Cívico y lo que puedan aportar el Frente Federal y el PRS (si es que hace pie en el piso necesario) o alguna colectora semioficialista del denominado “Peronismo Líquido”, que explicaré en otra nota.
Los diputados del departamento Capital también presentarán una variada distribución, algo similar a lo ocurrido en las elecciones del 2003 y del 2005, pero con listas con otros nombres.
En 2003 se eligieron nueve diputados, el Justicialismo y el Partido Renovador pusieron tres cada uno, el Partido Obrero, el Conservador Popular y Unidos por Salta, uno cada uno.
En 2005 se eligieron diez diputados, cuatro del Justicialismo, tres del PRS, dos del PO y uno de Unidos por la Victoria.
Esta vez la cosa puede ser repartida en tres para el Justicialismo y el Frente Salteño, dos para el PO y dos por los que compiten el Acuerdo Cívico, el Frente Federal y el PRS.
El oficialismo se verá favorecido por la labor de los intendentes del interior, la influencia de la estructura y el “poder real” y por la elección departamental de entre uno y hasta tres legisladores que beneficia a la mayoría o a la primera minoría.
El domingo la elección no contará con las estelares candidaturas de cargos ejecutivos, lo que produce- por un lado- cierta indiferencia ante los electores que perciben la relativa incidencia de las representaciones colegiadas, especialmente en la resolución de los problemas más acuciantes de la sociedad y -por el otro- la tácita complicidad de los poderes reales, al reducir nuevamente una campaña electoral a cierto alineamiento, alguna mediana figura de liderazgo y ninguna propuesta temática, programática y menos aun política (en el sentido de la disciplina que se encarga de moldear el porvenir del hombre en su vida comunitaria).
Por lo expuesto, si en las últimas elecciones durante lo que va de este siglo la participación ciudadana apenas superó al 70% de los empadronados en ocasión de elecciones que incluían a cargos ejecutivos en general o legislativos nacionales, en esta ocasión, cuando solo elegimos legisladores locales, se presenta probable que apenas participe algo más del 60%, si es que no surte efecto la maquinaria de movilización especialmente orientada desde los municipios. Más precisamente serán los intendentes los que deberán plebiscitarse o –mejor dicho- obtener un Concejo Deliberante que se renueva por completo y que queda a la intemperie del impacto de cierta atomización de los electores en la categoría correspondiente, poniendo en riesgo el número propio necesario o un sistema de alianzas posibles que faciliten la gestión de gobierno. Esto pasa concretamente en aquellos municipios que cuentan con un cuerpo colegiado de consideración. El caso de mayor riesgo es el de la ciudad de Salta.
Mientras el Gobernador Urtubey prescinde de mayores manifestaciones públicas en el contexto electoral, el Intendente Isa se juega a fondo con el candidato a Senador Gustavo Sáenz, en una jugada que puede salir bien pero también mal. Si ocurre lo primero facilita el posicionamiento del lord mayor de la ciudad como futuro candidato del Justicialismo a Gobernador o Vice, si se perfila una reelección de Urtubey. Si la jugada falla el andamiaje tambalea.
Las presunciones de los últimos días de campaña en ocasión de que las encuestas o están muy bien guardadas o no se hicieron especulan sobre un empate en la senaduría capitalina entre Sáenz y Durán Cornejo, con ventaja para el primero. Pero, en realidad, si el nivel de electores no llega al 70% y se cumple la previsión de la teoría de la “espiral del silencio”, el gestor de Codelco puede ofrecer batalla y ser sorpresa.
De todas maneras no será fácil para el Intendente aunque gane su “avalado” Sáenz, porque el Concejo Deliberante presentará una realidad que reflejará el voto disperso y dará al oficialismo (al de este minuto) cinco o hasta seis concejales, que deberán lidiar con los espadachines romeristas Tonini y Medina, los representantes del Partido Obrero del Acuerdo Cívico y lo que puedan aportar el Frente Federal y el PRS (si es que hace pie en el piso necesario) o alguna colectora semioficialista del denominado “Peronismo Líquido”, que explicaré en otra nota.
Los diputados del departamento Capital también presentarán una variada distribución, algo similar a lo ocurrido en las elecciones del 2003 y del 2005, pero con listas con otros nombres.
En 2003 se eligieron nueve diputados, el Justicialismo y el Partido Renovador pusieron tres cada uno, el Partido Obrero, el Conservador Popular y Unidos por Salta, uno cada uno.
En 2005 se eligieron diez diputados, cuatro del Justicialismo, tres del PRS, dos del PO y uno de Unidos por la Victoria.
Esta vez la cosa puede ser repartida en tres para el Justicialismo y el Frente Salteño, dos para el PO y dos por los que compiten el Acuerdo Cívico, el Frente Federal y el PRS.
El oficialismo se verá favorecido por la labor de los intendentes del interior, la influencia de la estructura y el “poder real” y por la elección departamental de entre uno y hasta tres legisladores que beneficia a la mayoría o a la primera minoría.
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