Cerraron las mesas para las elecciones a Diputado Nacional en Salta, donde sólo se eligen tres representantes para dicha categoría.
A nivel nacional la provincia no aportará mucho para el panorama legislativo, como tampoco lo hace su proporción demográfica (alrededor del 2,5%), ni su poder económico.
Debemos admitir que nuestra incidencia es periférica, de ninguna manera central.
A pesar de esto, estas elecciones generan una dinámica de sentidos absolutamente locales, vinculados principalmente a los protagonistas que encabezan las distintas listas y los intereses que representan.
Sin dudas se produce una reedición de la elección a gobernador del 2007. Los votos revancha buscan poner en vigencia al gran derrotado de aquella oportunidad. Los votos del nuevo eje de poder intentarán apuntalar lo que vienen haciendo todos los gobiernos, sostenerse y afianzarse en la administración por vía de “la voluntad popular”. La situación es más compleja que una interna “a corazón abierto” del justicialismo vernáculo.
Otras diferencias personales se dirimirán en sendas listas que encabezan históricos líderes renovadores.
Algunos más novatos intentarán medir para aspirar en otros campeonatos.
Lo visto y oído en la campaña pre-electoral nos podrá servir para mirar hacia futuro lo no resuelto en el pasado inmediato y que urge debatir.
Una característica de estos tiempos que se llevó puesta a toda la dirigencia es que la velocidad y la dinámica de los acontecimientos llevan a que lo que tradicionalmente se conoce como prácticas de un “ancien regime”, no ocurrieron en un pasado lejano, sino que pudieron suceder ayer. Así, una revolución termina decepcionando cuando conserva (en todos sus sentidos) un pretendido nuevo orden que, en su estructura, reproduce elementos y prácticas del anterior.
El gran tema fuera de agenda ha sido la reforma política de la cual se han olvidado los propios reformistas, o que lo fueran en su momento.
Las campañas nacional y provincial nos permiten reflexionar sobre la necesidad de un cambio profundo en las prácticas electorales. La democracia debe ser representativa y no de mercado. Los límites a la publicidad de partidos y candidatos deben ser mucho más precisos y acordes a la realidad. El acceso a los medios debe estar regulado de otra manera que permita, por un lado, que todos los candidatos tengan la misma posibilidad de exposición y, por el otro, que los gobernantes con recursos oficiales y los titulares de derecho de propiedad de capital, ejerzan cierta presión o hegemonía por su posibilidad (con financiación de los contribuyentes o propia) de “inevertir” un peso con cincuenta por elector empadronado.
No solo hay que actualizar las reglas, sino también cumplirlas.
Escuché decir: la democracia se mejora con más democracia.
A nivel nacional la provincia no aportará mucho para el panorama legislativo, como tampoco lo hace su proporción demográfica (alrededor del 2,5%), ni su poder económico.
Debemos admitir que nuestra incidencia es periférica, de ninguna manera central.
A pesar de esto, estas elecciones generan una dinámica de sentidos absolutamente locales, vinculados principalmente a los protagonistas que encabezan las distintas listas y los intereses que representan.
Sin dudas se produce una reedición de la elección a gobernador del 2007. Los votos revancha buscan poner en vigencia al gran derrotado de aquella oportunidad. Los votos del nuevo eje de poder intentarán apuntalar lo que vienen haciendo todos los gobiernos, sostenerse y afianzarse en la administración por vía de “la voluntad popular”. La situación es más compleja que una interna “a corazón abierto” del justicialismo vernáculo.
Otras diferencias personales se dirimirán en sendas listas que encabezan históricos líderes renovadores.
Algunos más novatos intentarán medir para aspirar en otros campeonatos.
Lo visto y oído en la campaña pre-electoral nos podrá servir para mirar hacia futuro lo no resuelto en el pasado inmediato y que urge debatir.
Una característica de estos tiempos que se llevó puesta a toda la dirigencia es que la velocidad y la dinámica de los acontecimientos llevan a que lo que tradicionalmente se conoce como prácticas de un “ancien regime”, no ocurrieron en un pasado lejano, sino que pudieron suceder ayer. Así, una revolución termina decepcionando cuando conserva (en todos sus sentidos) un pretendido nuevo orden que, en su estructura, reproduce elementos y prácticas del anterior.
El gran tema fuera de agenda ha sido la reforma política de la cual se han olvidado los propios reformistas, o que lo fueran en su momento.
Las campañas nacional y provincial nos permiten reflexionar sobre la necesidad de un cambio profundo en las prácticas electorales. La democracia debe ser representativa y no de mercado. Los límites a la publicidad de partidos y candidatos deben ser mucho más precisos y acordes a la realidad. El acceso a los medios debe estar regulado de otra manera que permita, por un lado, que todos los candidatos tengan la misma posibilidad de exposición y, por el otro, que los gobernantes con recursos oficiales y los titulares de derecho de propiedad de capital, ejerzan cierta presión o hegemonía por su posibilidad (con financiación de los contribuyentes o propia) de “inevertir” un peso con cincuenta por elector empadronado.
No solo hay que actualizar las reglas, sino también cumplirlas.
Escuché decir: la democracia se mejora con más democracia.
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