El estudio del desarrollo local de la televisión en Salta, Argentina, ha permitido organizar su cronología desde el punto de vista de la economía-política en cinco grandes períodos, el que puede guardar cierta relación con otras localidades en el interior de la República Argentina, comprendiéndolos de la siguiente manera:
1. El de los primeros emprendedores
2. El del monopolio del capitalismo tradicionalista
3. El de los nuevos emprendedores
4. El del desarrollo del capitalismo local
5. El del monopolio transnacional
Asimismo, los cambios tecnológicos pueden ser distinguidos por otros tantos períodos, los que no coinciden necesariamente con los económico- políticos, aunque ambos incidirán en el desarrollo macro de un sistema de programación, de producción propia o foránea, de acuerdo a las posibilidades y políticas empresariales basadas en objetivos financieros y de posicionamiento social y en factibilidades de infraestructura tecnológica. En este caso los períodos a identificar serán los seis siguientes:
1. Inserción de las primeras tecnologías televisivas.
2. Incorporación del video.
3. Emisión y recepción en color.
4. Distribución de señal multicanal para los receptores mediante sistemas de pago.
5. Distribución de programación satelital para las emisoras y luego para los receptores en forma directa.
6. Digitalización de los procesos de registro, producción, distribución, emisión y recepción.
Las empresas televisivas
La televisión en Salta, como ha ocurrido en la mayor parte de las principales capitales provinciales y ciudades del interior a fines de la década de 1950 y principios de 1960, surgió de la iniciativa de sectores privados, especialmente vinculados al área comercial en general y de la actividad de medios (gráficos o radiofónicos) en particular. En ese sentido los estados nacional y provincial actuaron, más de las veces como simples espectadores. Tal es el caso que muchas veces la reglamentación o legislación sobre funcionamiento fueron posteriores al establecimiento de las primeras experiencias televisivas y, en el caso de Salta, directamente propiciada por los interesados, tal la situación planteada en noviembre del año 1963, ante el requerimiento efectuado al ámbito del Concejo Deliberante de la Capital, que resuelve dictar las primeras reglas de juego para el establecimiento de sistemas de distribución de señal televisiva mediante cable coaxil.
Así se puede indicar que el primer período ha estado marcado por el romanticismo inspirado por la posibilidad de ser partícipes de la incorporación de una nueva tecnología que indudablemente permitía, para el pensamiento y las intenciones de sus precursores incorporar a Salta en los tiempos modernos, tal la intención del gestor de la primera experiencia televisiva Roberto Romero, cuando en 1959 habilitaba las primeras emisiones al referirse a la “moderna expresión de la técnica cual es la televisión”.
Las emisiones experimentales comenzaron por curiosidad sobre las noticias del supuesto impacto del nuevo medio en distintas ciudades del mundo, los emprendedores de las iniciativas de alguna manera estuvieron vinculados a la radioafición, la radiodifusión, la radiotelefonía y los medios gráficos.
Roberto Romero, por entonces Presidente del Grupo Horizontes, propietario del Diario El Tribuno, aceptó la propuesta de una empresa tucumana “Tonsa S.A.” (una empresa dedicada a la venta de calzados que contaba con una sucursal en Salta, que funcionaba en calle Alberdi 117) para emitir señales de prueba desde las instalaciones recientemente estrenadas, que el matutino tenía en calle Zuviría 20, en una de las recovas de la Plaza 9 de Julio. Con una convocatoria a artistas locales las emisiones de pocas horas diarias, sin material envasado, se presentaban mediante un sistema de circuito cerrado ante una veintena de televisores ubicados en las vidrieras de los principales centros comerciales aledaños al paseo principal de la capital provincial.
En las notas periodísticas de la época se resaltan dos aspectos fundamentales del fenómeno televisivo. Por un lado es señalada reiteradamente como un factor de progreso, avance y modernidad y se insiste en comparar la situación con similar actitud de los principales centros nacionales e internacionales que incorporaron el sistema de televisión. Por el otro, se hace hincapié en el factor publicitario señalando que, por ejemplo, en Buenos Aires las casas anunciadoras deben esperar turnos “a veces prolongados” para contratar sus avisos.
En esta primera etapa de emprendedores, empresarios locales que desafiaban la incertidumbre de incursionar en una nueva forma de comunicación, también podemos señalar la habilitación de Canal 3 de la empresa “Sonovisión”, el mismo Romero fue uno de los que lideró el emprendimiento en apoyo a la insistencia de su amigo José Saicha, propietario de una de las casas de venta de productos para el hogar más importante de la ciudad, ferviente radioaficionado, y los fundadores del Radio Club Salta, José Armando Caro y Juan Mesa Sánchez. La visión empresarial de Romero actuó en función de consolidación de un proyecto tan atractivo como riesgoso e impulsó la participación de los propietarios de las más importantes tiendas de electrodomésticos. El ejecutivo de confianza de Romero en el nuevo emprendimiento fue en ese entonces el joven abogado de “Horizontes S. A.”, Víctor Martorell, a quien se le encomendó redactar los estatutos, actuar como síndico y luego como administrador. “La sociedad tenía que financiarse con un porcentaje de lo producido por venta de los aparatos de TV, con el cobro de la conexión y un abono mensual, además de publicidad” (CARO FIGUEROA, 2006).
Los propios integrantes de la flamante sociedad se verían beneficiados por la venta de televisores, ya que sus empresas se encargaban de la misma e incluso de la presentación del nuevo servicio a través de las pantallas instaladas en las céntricas vidrieras. Entre los socios estaban Domingo Saicha, presidente del directorio, propietario de “Casa Nobel”, “Titán” y “Soler”; Yamil Chiban de “Sabantor”; César Pipino y Marta Moschetti de “Moschetti”; Humberto y Ricardo Maluf de “HyR Maluf”, entre otros. Los televisores se comercializaban en ocho puntos de venta adheridos al sistema y que garantizaban la bonificación del derecho de conexión y la instalación interna. Por supuesto en esa época la televisión en Argentina era en blanco y negro. Las primeras tecnologías insertadas provenían de Philips, que financió la compra de cámaras y equipos de transmisión, mientras que los elementos de red eran provistos por la empresa porteña “Deneb”, propiedad de Ing. Carlos Hüller (CARO FIGUEROA, 2006).
En pocos años el gobierno nacional del Dr. Guido resuelve convocar a licitación para la habilitación de canales abiertos en distintas localidades del interior, entre ellas Salta. Se presentan tres empresas: Telenorte (integrada por los socios de Sonovisión); Radiodifusora Gral. Güemes (licenciataria de la radio LV9); y Cortesa S.A., a la que finalmente le es adjudicada la señal. El nuevo grupo que comienza a participar en el escenario de los medios salteños estaba liderado por el Francisco Uriburu Michel, referente del conservadorismo local, e integrada por profesionales y comerciantes vinculados con las familias tradicionales salteñas. La falta de experiencia en la actividad impulsa a los integrantes de Cortesa S.A. a convocar a los otros dos grupos para integrarse a la sociedad que explotará los servicios televisivos. Así Canal 3 deja de emitir y Canal 11, inicia sus transmisiones al aire en abril de 1966. Las relaciones internas entre los integrantes de los distintos grupos que conformaban la sociedad no prosperaron y la emisora quedó en manos del núcleo original de “Cortesa S.A.”, siempre encabezado por Uriburu Michel. Esta situación reflejaba y a la vez promovía cierta tensión política, económica y social que marcará la historia salteña del siglo XX. Por un lado la aristocracia y el conservadorismo, por el otro el surgimiento de la burguesía comercial y liberal. La primera representada en la figura de Uriburu Michel, la segunda en Roberto Romero.
“Con el gobierno de facto encabezado por Juan Carlos Onganía se cambiaron las reglas de juego en materia de radio y televisión, para aplicarse un juego sin reglas, destinado a favorecer a los sectores adictos al régimen. Fue en esas circunstancias que Uriburu Michel maniobró en las esferas del poder para que su propio grupo se apoderara de la conducción de canal 11, dejando afuera a los otros accionistas por un período que se prolongó 18 años” (EL TRIBUNO, 1999, 50).
De esta manera se establece un largo período con un solo canal de televisión y se consolida el modelo de monopolio del capitalismo tradicionalista.
1. El de los primeros emprendedores
2. El del monopolio del capitalismo tradicionalista
3. El de los nuevos emprendedores
4. El del desarrollo del capitalismo local
5. El del monopolio transnacional
Asimismo, los cambios tecnológicos pueden ser distinguidos por otros tantos períodos, los que no coinciden necesariamente con los económico- políticos, aunque ambos incidirán en el desarrollo macro de un sistema de programación, de producción propia o foránea, de acuerdo a las posibilidades y políticas empresariales basadas en objetivos financieros y de posicionamiento social y en factibilidades de infraestructura tecnológica. En este caso los períodos a identificar serán los seis siguientes:
1. Inserción de las primeras tecnologías televisivas.
2. Incorporación del video.
3. Emisión y recepción en color.
4. Distribución de señal multicanal para los receptores mediante sistemas de pago.
5. Distribución de programación satelital para las emisoras y luego para los receptores en forma directa.
6. Digitalización de los procesos de registro, producción, distribución, emisión y recepción.
Las empresas televisivas
La televisión en Salta, como ha ocurrido en la mayor parte de las principales capitales provinciales y ciudades del interior a fines de la década de 1950 y principios de 1960, surgió de la iniciativa de sectores privados, especialmente vinculados al área comercial en general y de la actividad de medios (gráficos o radiofónicos) en particular. En ese sentido los estados nacional y provincial actuaron, más de las veces como simples espectadores. Tal es el caso que muchas veces la reglamentación o legislación sobre funcionamiento fueron posteriores al establecimiento de las primeras experiencias televisivas y, en el caso de Salta, directamente propiciada por los interesados, tal la situación planteada en noviembre del año 1963, ante el requerimiento efectuado al ámbito del Concejo Deliberante de la Capital, que resuelve dictar las primeras reglas de juego para el establecimiento de sistemas de distribución de señal televisiva mediante cable coaxil.
Así se puede indicar que el primer período ha estado marcado por el romanticismo inspirado por la posibilidad de ser partícipes de la incorporación de una nueva tecnología que indudablemente permitía, para el pensamiento y las intenciones de sus precursores incorporar a Salta en los tiempos modernos, tal la intención del gestor de la primera experiencia televisiva Roberto Romero, cuando en 1959 habilitaba las primeras emisiones al referirse a la “moderna expresión de la técnica cual es la televisión”.
Las emisiones experimentales comenzaron por curiosidad sobre las noticias del supuesto impacto del nuevo medio en distintas ciudades del mundo, los emprendedores de las iniciativas de alguna manera estuvieron vinculados a la radioafición, la radiodifusión, la radiotelefonía y los medios gráficos.
Roberto Romero, por entonces Presidente del Grupo Horizontes, propietario del Diario El Tribuno, aceptó la propuesta de una empresa tucumana “Tonsa S.A.” (una empresa dedicada a la venta de calzados que contaba con una sucursal en Salta, que funcionaba en calle Alberdi 117) para emitir señales de prueba desde las instalaciones recientemente estrenadas, que el matutino tenía en calle Zuviría 20, en una de las recovas de la Plaza 9 de Julio. Con una convocatoria a artistas locales las emisiones de pocas horas diarias, sin material envasado, se presentaban mediante un sistema de circuito cerrado ante una veintena de televisores ubicados en las vidrieras de los principales centros comerciales aledaños al paseo principal de la capital provincial.
En las notas periodísticas de la época se resaltan dos aspectos fundamentales del fenómeno televisivo. Por un lado es señalada reiteradamente como un factor de progreso, avance y modernidad y se insiste en comparar la situación con similar actitud de los principales centros nacionales e internacionales que incorporaron el sistema de televisión. Por el otro, se hace hincapié en el factor publicitario señalando que, por ejemplo, en Buenos Aires las casas anunciadoras deben esperar turnos “a veces prolongados” para contratar sus avisos.
En esta primera etapa de emprendedores, empresarios locales que desafiaban la incertidumbre de incursionar en una nueva forma de comunicación, también podemos señalar la habilitación de Canal 3 de la empresa “Sonovisión”, el mismo Romero fue uno de los que lideró el emprendimiento en apoyo a la insistencia de su amigo José Saicha, propietario de una de las casas de venta de productos para el hogar más importante de la ciudad, ferviente radioaficionado, y los fundadores del Radio Club Salta, José Armando Caro y Juan Mesa Sánchez. La visión empresarial de Romero actuó en función de consolidación de un proyecto tan atractivo como riesgoso e impulsó la participación de los propietarios de las más importantes tiendas de electrodomésticos. El ejecutivo de confianza de Romero en el nuevo emprendimiento fue en ese entonces el joven abogado de “Horizontes S. A.”, Víctor Martorell, a quien se le encomendó redactar los estatutos, actuar como síndico y luego como administrador. “La sociedad tenía que financiarse con un porcentaje de lo producido por venta de los aparatos de TV, con el cobro de la conexión y un abono mensual, además de publicidad” (CARO FIGUEROA, 2006).
Los propios integrantes de la flamante sociedad se verían beneficiados por la venta de televisores, ya que sus empresas se encargaban de la misma e incluso de la presentación del nuevo servicio a través de las pantallas instaladas en las céntricas vidrieras. Entre los socios estaban Domingo Saicha, presidente del directorio, propietario de “Casa Nobel”, “Titán” y “Soler”; Yamil Chiban de “Sabantor”; César Pipino y Marta Moschetti de “Moschetti”; Humberto y Ricardo Maluf de “HyR Maluf”, entre otros. Los televisores se comercializaban en ocho puntos de venta adheridos al sistema y que garantizaban la bonificación del derecho de conexión y la instalación interna. Por supuesto en esa época la televisión en Argentina era en blanco y negro. Las primeras tecnologías insertadas provenían de Philips, que financió la compra de cámaras y equipos de transmisión, mientras que los elementos de red eran provistos por la empresa porteña “Deneb”, propiedad de Ing. Carlos Hüller (CARO FIGUEROA, 2006).
En pocos años el gobierno nacional del Dr. Guido resuelve convocar a licitación para la habilitación de canales abiertos en distintas localidades del interior, entre ellas Salta. Se presentan tres empresas: Telenorte (integrada por los socios de Sonovisión); Radiodifusora Gral. Güemes (licenciataria de la radio LV9); y Cortesa S.A., a la que finalmente le es adjudicada la señal. El nuevo grupo que comienza a participar en el escenario de los medios salteños estaba liderado por el Francisco Uriburu Michel, referente del conservadorismo local, e integrada por profesionales y comerciantes vinculados con las familias tradicionales salteñas. La falta de experiencia en la actividad impulsa a los integrantes de Cortesa S.A. a convocar a los otros dos grupos para integrarse a la sociedad que explotará los servicios televisivos. Así Canal 3 deja de emitir y Canal 11, inicia sus transmisiones al aire en abril de 1966. Las relaciones internas entre los integrantes de los distintos grupos que conformaban la sociedad no prosperaron y la emisora quedó en manos del núcleo original de “Cortesa S.A.”, siempre encabezado por Uriburu Michel. Esta situación reflejaba y a la vez promovía cierta tensión política, económica y social que marcará la historia salteña del siglo XX. Por un lado la aristocracia y el conservadorismo, por el otro el surgimiento de la burguesía comercial y liberal. La primera representada en la figura de Uriburu Michel, la segunda en Roberto Romero.
“Con el gobierno de facto encabezado por Juan Carlos Onganía se cambiaron las reglas de juego en materia de radio y televisión, para aplicarse un juego sin reglas, destinado a favorecer a los sectores adictos al régimen. Fue en esas circunstancias que Uriburu Michel maniobró en las esferas del poder para que su propio grupo se apoderara de la conducción de canal 11, dejando afuera a los otros accionistas por un período que se prolongó 18 años” (EL TRIBUNO, 1999, 50).
De esta manera se establece un largo período con un solo canal de televisión y se consolida el modelo de monopolio del capitalismo tradicionalista.
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