La tecnología de comunicación en el modelo capitalista
Es menester tener en cuenta la importancia de los avances de la ciencia a las aplicaciones correspondientes al desarrollo tecnológico, entendiendo a este como una extensión de una función humana que incide directamente en nociones como tiempo y espacio y que constituye una de las facetas más revolucionarias en el devenir de la humanidad, proyectando en escala la producción de mercancías, el tránsito de la manufactura artesanal a la industrial, la expansión del comercio o, como es en nuestro caso, la difusión rápida y a distancia de signos y sus consecuentes significaciones, como así también la conservación y la reproducción a escala en múltiples soportes de la memoria individual y social. Mc Luhan rescata de Joyce el descubrimiento de que todos los cambios sociales son el efecto que las nuevas tecnologías (auto amputaciones de nuestro propio ser) ejercen sobre el orden de nuestras vidas sensoriales, “toda importante innovación técnica perturbará de tal modo nuestras vidas interiores que las guerras, necesariamente, resultarán esfuerzos bastardos para recuperar las viejas imágenes”. (Mc Luhan, 1971). “El tiempo ha cesado, el espacio se ha esfumado. Ahora, vivimos en una aldea global”. (Mc Luhan, 1992). Todos los factores aludidos participan de alguna manera en la acumulación del capital móvil. Más aun es en nuestro propio momento al decir de Mandel, en la fase postindustrial del capitalismo, tardío, de consumo y de expansión global, donde la tecnología acompaña al proceso económico vigente (JAMESON, 1991).
Así puede comprenderse el impacto de la tecnología en la sociedad, el factor ecológico, la relación entre el hombre y las tecnologías desarrolladas que favorecen, en cierta manera, la incorporación, adaptación y/o correlación de la actividad humana actual a los requerimientos sociotécnicos vigentes, en una escala acelerada de cambio, de incorporación de nuevas tendencias, de aplicación de renovados usos y de la más compleja alteración tempoespacial jamás experimentada. “La difusión masiva de los nuevos instrumentos, técnicamente realizable y económicamente rentable, va a producir indudablemente no solo los efectos en un principio deseados, sino que va a provocar también profundas transformaciones socioculturales”. (REESE, 1982).
La inclusión o exclusión de personas o de vastos grupos está condicionada por su capacidad de adecuación a las exigencias de los nuevos instrumentos y usos, lo que a la vez participan en el proceso de enajenación de tiempos productivos e incluso improductivos. De esta manera las mejoras de los ingresos de otros cada vez más importantes sectores autorizan la inclusión en los mercados reales que se expanden no solo a escala global, sino a escala interna introduciendo nuevas necesidades a satisfacer, nuevos esfuerzos para aspirar a esas satisfacciones y nuevas posibilidades de adquisición de mercancías tanto materiales como de sustento intelectual. La disponibilidad de ciertos tiempos liberados en los procesos de producción, los traslados urbanos en largas distancias y los requerimientos de información del entorno y adecuación a las exigencias sociales existentes, han abierto en las sociedades de fines del siglo XX y principios del XXI, nuevos canales para la difusión de contenidos a través de nuevas tecnologías y relativamente económicas formas de producción, distribución y conserva de información de características culturales, habilitando nuevos segmentos económicos en las áreas de la información, el conocimiento y el entretenimiento. Todo ello integrando un entramado económico de dimensiones globales que expande sus formas en organizaciones sociales asiáticas, como las de China e India.
“Las tecnologías de información son instrumentos, cuya aplicación se rige por y está al servicio de los intereses dominantes de la sociedad. Por esa razón, toda nueva aplicación tecnológica redunda siempre en una consolidación de dichos intereses”. (REESE, 1982).
De esta manera las tecnologías de información actúan como factores de intensificación de tendencias, favorecidas primero por el desarrollo de la tecnología a vapor, luego por la eléctrica y por último por la electrónica, transitamos en pocas décadas, desde mediados del siglo XXI y la expansión de la prensa para las masas, pasando por el siglo XX y la consolidación con el transistor de la radio primero y la televisión después, para llegar por último a la integración de procesos digitales de producción, distribución, emisión, reserva, conserva y reproducción de textos, imágenes y sonidos, indistintamente.
Así puede comprenderse el impacto de la tecnología en la sociedad, el factor ecológico, la relación entre el hombre y las tecnologías desarrolladas que favorecen, en cierta manera, la incorporación, adaptación y/o correlación de la actividad humana actual a los requerimientos sociotécnicos vigentes, en una escala acelerada de cambio, de incorporación de nuevas tendencias, de aplicación de renovados usos y de la más compleja alteración tempoespacial jamás experimentada. “La difusión masiva de los nuevos instrumentos, técnicamente realizable y económicamente rentable, va a producir indudablemente no solo los efectos en un principio deseados, sino que va a provocar también profundas transformaciones socioculturales”. (REESE, 1982).
La inclusión o exclusión de personas o de vastos grupos está condicionada por su capacidad de adecuación a las exigencias de los nuevos instrumentos y usos, lo que a la vez participan en el proceso de enajenación de tiempos productivos e incluso improductivos. De esta manera las mejoras de los ingresos de otros cada vez más importantes sectores autorizan la inclusión en los mercados reales que se expanden no solo a escala global, sino a escala interna introduciendo nuevas necesidades a satisfacer, nuevos esfuerzos para aspirar a esas satisfacciones y nuevas posibilidades de adquisición de mercancías tanto materiales como de sustento intelectual. La disponibilidad de ciertos tiempos liberados en los procesos de producción, los traslados urbanos en largas distancias y los requerimientos de información del entorno y adecuación a las exigencias sociales existentes, han abierto en las sociedades de fines del siglo XX y principios del XXI, nuevos canales para la difusión de contenidos a través de nuevas tecnologías y relativamente económicas formas de producción, distribución y conserva de información de características culturales, habilitando nuevos segmentos económicos en las áreas de la información, el conocimiento y el entretenimiento. Todo ello integrando un entramado económico de dimensiones globales que expande sus formas en organizaciones sociales asiáticas, como las de China e India.
“Las tecnologías de información son instrumentos, cuya aplicación se rige por y está al servicio de los intereses dominantes de la sociedad. Por esa razón, toda nueva aplicación tecnológica redunda siempre en una consolidación de dichos intereses”. (REESE, 1982).
De esta manera las tecnologías de información actúan como factores de intensificación de tendencias, favorecidas primero por el desarrollo de la tecnología a vapor, luego por la eléctrica y por último por la electrónica, transitamos en pocas décadas, desde mediados del siglo XXI y la expansión de la prensa para las masas, pasando por el siglo XX y la consolidación con el transistor de la radio primero y la televisión después, para llegar por último a la integración de procesos digitales de producción, distribución, emisión, reserva, conserva y reproducción de textos, imágenes y sonidos, indistintamente.
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