lunes, mayo 05, 2008

La Televisión en Salta: Parte 2 "Los pioneros"

La pasión por la radioafición llevó a tres conocidos de la actividad a desafiar la inercia del momento e innovar con la posibilidad de emitir señales audiovisuales a través de un cable. José Eduardo Saicha, José Armando Caro y Juan Mesa Sánchez comienzan en octubre de 1962 a experimentar con el proyecto técnico. El empuje empresarial y económico proviene de Roberto Romero quien propone que en la constitución de la sociedad comercial se incorporen referentes de las tiendas de electrodomésticos que operaban en la plaza local.
El objetivo principal era explotar un servicio de televisión por ondas hertzianas para lo que habría que contar con una autorización del gobierno nacional. Así las cosas eran varias las empresas interesadas para el otorgamiento de una frecuencia: Cortesa S.A., Radiodifusora Güemes S.A. (que explotaba la concesión de la única frecuencia radiofónica comercial) y Telenorte (a la sazón Sonovisión).
Los antecedentes políticos de su militancia en el Justicialismo, fue Senador Nacional, no aconsejaron oportuno que José Armando Caro figurara en la sociedad, sin embargo junto a Juan Mesa Sánchez, un español radicado en Salta desde la década del 10 fueron los soportes humanos locales para el desarrollo técnico de las emisiones. Según Víctor Martorell, quien primero fuera síndico de Sonovisión y luego Gerente General, José A. Caro era tan apasionado de la tecnología que no le interesaba en formar parte de la sociedad, el objetivo de Caro y Mesa Sánchez era hacer funcionar el sistema, eso lograría su mayor satisfacción.
Caro y Mesa Sánchez fueron cofundadores del Radio Club Salta en 1926. Pese a ser abogado, la técnica de la emisión y recepción de señales, fue una pasión para Caro desde muy joven, habiendo participado con su amigo Mesas Sánchez de las primeras emisiones radiofónicas salteñas en 1929. El mismo placer por la radioafición lo compartían con José Eduardo Saicha, propietario de Casa Novel.
En 1964 se iniciaron las emisiones oficiales de la televisión por cable salteña tras una autorización del Concejo Deliberante. El Departamento Ejecutivo Municipal, ante el insistente requerimiento de los interesados en prestar el servicio, elevó al legislativo municipal un proyecto de Ordenanza de Licitación Pública. Según Víctor Martorell, abogado, él mismo redactó el texto de la ordenanza municipal que fuera analizada y aprobada por los concejales. Por unanimidad los concejales decidieron eliminar este proceso y autorizar a todos los solicitantes de permisos siempre y cuando cumplan requisitos indispensables que hacen a la garantía del televidente (la opción de programas y no el monopolio). Entre los interesados figuraban Radiodifusora Gral. Güemes S.A. licenciataria de LV9 Radio Güemes, José Domingo Saicha y Yamil Chibán, Mercurio S.A., J. Fernández García y Leiva Guestrín y Moschetti S.A.. Finalmente algunos interesados aunaron esfuerzos, tal es el caso de Mercurio con Fernández García, con emisiones desde la tienda que este último poseía (La Mundial), o José Saicha (Casa Novel, Titán y Soler), Yamil Chibán y Torelli (Sabantor), César Pepino y Marta Moschetti (Moschetti S.A.), Humberto y Ricardo Maluf (Hy R Maluf), Roberto Romero (El Tribuno).
En el Registro Público de Comercio figura la inscripción de SONOVISIÓN S.A. en el Libro 31, Asiento 5136, Folio 147 del 5 de agosto de 1964, la personería jurídica es otorgada según decreto Nº 3597. El objeto de la sociedad es “por cuenta propia o de terceros a la instalación y explotación de estaciones difusoras de radiofonía y televisión”. Figuran como directores titulares los siguientes accionistas: José Domingo Saicha, Roberto Romero, Domingo Altamira, Jamil Chibán y Ricardo Maluf; siendo los suplentes Humberto Francisco Maluf, Juan Anacleto Torelli, César Alberto Pepino, Nélida Margarita Romero (hermana de Roberto, que en los inicios de los 80 se integra al cuerpo de accionistas de Cortesa) y José Eduardo Saicha.

La innovación tecnológica

Los antecedentes de la distribución de señales de sonido e imágenes pueden retraerse a Francia, finales del siglo XIX, cuando Clement Ader inventó el “teatrófono”. “El sistema consistía en conectar, mediante un hilo especial, a los abonados de teléfono con varios teatros de París. Se hacía posible así, sin abandonar el domicilio, la recepción acústica-ya que no visual- de la pieza teatral seleccionada, y en el mismo momento en que era representada… A pesar de que el teléfono no era común, el número de abonados al “teatrófono” llegó hasta los tres mil. El método sobrevivió hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial”.
El origen de la televisión por cable la sitúan algunos autores como el propio Pigeat , en 1949 en Astoria, Estados Unidos, cerca de Seattle. La recepción de las señales de los canales provenientes de antenas ubicadas en la mayor ciudad cercana era dificultada por la presencia intermedia de montañas. La instalación de antenas en altura y la distribución de señales de mejor calidad a través de cables, permitió a los vecinos de Astoria, en un emprendimiento comunitario, superar una dificultad. Otras fuentes delegan en John Walson, de Mahanoy City (Pennsylvania), la responsabilidad de la creación de la cablevisión. “Su tienda de radios y televisores estaba situada en una aldea encerrada entre montañas. En ella la recepción de las señales era muy deficiente. Walson tendió un cable entre la montaña vecina y su tienda, con lo cual consiguió mejores señales televisivas y, por tanto, una mejor imagen en pantalla. Esta primera instalación de televisión por cable incrementó las ventas de tal manera que marcó un hito a escala mundial”.
En Salta las experiencias por cable no tenían como objetivo la mejora de señales ya existentes, al contrario, los orígenes de Tonsa, Sonovisión y Santa Clara de Asís, se sustentaron en la conformación de una única grilla de programación que incluían propuestas de factura local, producidas con los limitados medios técnicos disponibles y la experiencia de recursos humanos que habían transitado por medios gráficos, radiofónicos o, como en el último caso de la televisión aérea.
La experiencia de Tonsa TV a fines de los cincuenta había demostrado las dificultades en la emisión de señales, aun por cable. Pérdida de señal, deficiente calidad, necesidad de amplificación, etc., fueron situaciones percibidas y analizadas por los amigos radioaficionados quienes alentaron a Romero en la posibilidad de que los recursos humanos locales podían superar y mejorar el primer sistema experimental. Víctor Martorell marca el carácter deportivo de la iniciativa (solo pusimos plata, tiempo y trabajo), con riesgos económicos totales y un desafío de incorporar a Salta a los cambios mundiales.
En la época las comunicaciones eran difíciles, no solo a nivel de los tradicionales medios de comunicación, sino también de las transacciones comerciales.
En el primer caso solo existían en Salta dos diarios El Tribuno y El Intransigente, que elaboraban sus noticias con coberturas periodísticas locales y se nutrían de la información nacional e internacional a través de servicios de agencia. Los diarios originados en la capital del país llegaban esporádicamente y solo eran leídos por un sector selecto de la sociedad. El sistema de radiodifusión estaba integrado por solo dos emisoras en amplitud modulada: Radio Nacional y Radio Güemes, las que transmitían en horarios reducidos y cuyas fuentes informativas eran similares a la del periodismo gráfico, con dificultades se sintonizaban emisoras nacionales e internacionales a través de las bandas de onda corta. Los cines de la ciudad recibían las películas del circuito comercial muchas semanas después de producirse los estrenos en la ciudad de Buenos Aires, en el mismo orden periférico en el cual se desarrollaban la mayor parte de las actividades en una provincia lejana a la capital del país, poco poblada y ubicada en un último anillo que era precedido por centros urbanos de mayor trascendencia como Rosario, Córdoba, Mendoza o Tucumán.
En el segundo caso, los sistemas de comercialización estaban condicionados por la ubicación de las oficinas centrales o principales filiales de las más importantes empresas, en las ciudades más pobladas del país y las redes de transporte, principalmente ferrocarril, que dilataban las entregas de materiales.
Martorell reconoce una apreciable colaboración de la filial de la empresa Philips en Tucumán, quienes realizaron los contactos con la central holandesa para el suministro de equipamiento, reconociendo que por esa gestión la empresa les habilitó una cuenta corriente para la adquisición de equipamientos. Los cables eran importados y los amplificadores de línea valvulares y alimentados con corriente alternada de 110 volts. Los suministraba la firma Deneb, propiedad del Ing. Huller, quien también rubricó la carta enviada a Philips de Holanda. El dato curioso es que la respuesta fue recibida el mismo día en que se iniciaron las emisiones, en la que se contestaba que el proyecto era imposible de realizar.
La alimentación eléctrica de los amplificadores era domiciliaria y debía contarse con la buena voluntad de los abonados para que autorice a su conexión. Los portantes que sostenían la red eran pesados y precarios herrajes adheridos a las paredes. La proyección de las películas se hacía sobre un plano, con celuloide de 16 mm, y capturada por una cámara, cuyo resultado final, siempre en blanco y negro, eran imágenes distorsionadas. Comienza a aplicarse el telecine, una caja en forma de T invertida en la que por uno de los extremos laterales se proyectaba una película y un sistema de espejos internos permite que una cámara recupere las imágenes a ser emitidas. Este aparato permitía la conmutación de señales reproducidas por uno o dos proyectores de películas y un carro de diapositivas o slides. Los telecines continuaron utilizándose hasta mediados de los años ochenta, una vez que el video se consolidó en los sistemas de distribución, se automatizaron algunos procesos y el satélite condicionó las continuidades de programación.
“En esos tiempos, los spots publicitarios se hacían sobre cartones pintados manualmente. Los letristas como se los conocía, verdaderos artistas del pincel los fabricaban según el requerimiento de cada comercio o producto que se quisiera ofrecer. A poco de andar se comenzó también a intercalar el sistema de diapositivas que permitían mostrar imágenes de cada uno de los negocios de los anunciantes y de la mercadería que se quería comercializar en el mercado”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

buenas noches profe, soy su alumna jimena rizzoli :)...
muy buen post el de hoy (muy util para el trabajo del dia miercoles)
hace unos dias estaba buscando informacion sobre "los pioneros de la radiofonia en salta" y me gusto una nota que lei en : http://www.iruya.com/content/view/274/113/.
(no me gustaria confundirme) pero creo q el señor que escribe ademas de periodista es historiador y escribe muy bien (gregorio caro figueroa)
asi q lo invito a leerla.
muchos saludos
:)

Anónimo dijo...

Gustavo: Realmente muy interesante la historia de la TV en Salta, y obviamente encuentro puntos de contacto con el caso jujeño.

Justo por estos días me encuetro reconstruyendo en base a testimonios, los primeros pasos de la TV en Jujuy via RadioVisión Jujuy con el tremendo empuje de Fernando Pérez Paz quien antes de la TV había montado la propaladora CARF en el casco céntrico de San Salvador... obvio, sabrás por esos rumbos investigativos voy.

Un abrazo.

Marcelo Brunet

Gustavo Alejandro Iovino dijo...

Marcelo:
Si tenés algo subido a algún lugar en el espacio digital avisame y lo linkeamos, será bueno conocer los detalles de del "fenómeno televisivo" en el NOA.
Gustavo

Anónimo dijo...

GUSTAVO MUY ACERTADO TU HISTORIA DE LA TELEVISION YA QUE LA CUENTAS COMO YO LA SABIA DE VOZ DE MI PADRE UNO DE LOS FUNDADORES DE LA TELVISION POR CABLE
SALUDOS