Se realizaron en Chile las elecciones a presidente y legisladores. Con motivo de producirse la primera jornadas de debates entre los candidatos presidenciales había escrito sobre las diferencias en los escenarios pre electorales experimentadas a uno y otro lado de la cordillera.
El domingo pasado las diferencias nuevamente fueron marcadas. Para algunos ciertas cosas serían más positivas para nuestro sistema electoral, para muchos –me incluyo- no. El domingo se demostró una diferencia no solo de sistema , sino de calidad social y política marcadamente favorable al modelo chileno.
La mayor crítica que se le hace a la democracia chilena se refiere a la bipolaridad que se manifiesta en un aglutinamiento de partidos políticos en dos grandes frentes: la “Concertación” y la “Alianza”. La primera de centro izquierda, con la Democracia Cristiana, el Socialismo y el Partido por la Democracia, identificada históricamente con el conjunto de partidos que proponía a fines de los ochenta un “No” a la reforma constitucional que proponía Pinochet para permanecer en el poder. La segunda con partidos de derecha, próximos al dictador, encarnados principalmente por la Unión de Centro Democrático, con Hernán Bücchi y el Senador Guzmán y Renovación Nacional del ex canciller Jarpa Reyes. Alianza que en esta presidencial participó desdoblada, con dos candidatos presidenciales.
Así y todo, Chile presenta claridad en sus organizaciones políticas y sus candidatos: sin imprevistos. Los chilenos, como quedo demostrado el domingo, deben participar en elecciones alfabetizadas, puesto que cada elector debe identificar y marcar en cuarto oscuro su preferencia por el nombre de cada candidato, en cada categoría, en tres boletas distintas que deberá colocar en tres urnas diferentes.
Los votos, que nos son impresos por los partidos, no abundan en menciones y signos partidarios y los representantes de todos ellos figuran en una misma boleta, en orden sorteado previamente. Por lo tanto se vota al candidato que en campaña se identificó con firmeza con algún partido político o en condición de independiente.
En los cargos legislativos, aunque se elijan dos diputados por circunscripción (acceden los más votados, de allí la crítica a la bipolaridad) cada ciudadano vota por uno solo y triunfan los que reciben mayor número de preferencias. Por este sistema puede darse que dos candidatos del mismo frente e incluso del mismo partido sean elegidos, solo por ser los más votados.
El domingo pasado las diferencias nuevamente fueron marcadas. Para algunos ciertas cosas serían más positivas para nuestro sistema electoral, para muchos –me incluyo- no. El domingo se demostró una diferencia no solo de sistema , sino de calidad social y política marcadamente favorable al modelo chileno.
La mayor crítica que se le hace a la democracia chilena se refiere a la bipolaridad que se manifiesta en un aglutinamiento de partidos políticos en dos grandes frentes: la “Concertación” y la “Alianza”. La primera de centro izquierda, con la Democracia Cristiana, el Socialismo y el Partido por la Democracia, identificada históricamente con el conjunto de partidos que proponía a fines de los ochenta un “No” a la reforma constitucional que proponía Pinochet para permanecer en el poder. La segunda con partidos de derecha, próximos al dictador, encarnados principalmente por la Unión de Centro Democrático, con Hernán Bücchi y el Senador Guzmán y Renovación Nacional del ex canciller Jarpa Reyes. Alianza que en esta presidencial participó desdoblada, con dos candidatos presidenciales.
Así y todo, Chile presenta claridad en sus organizaciones políticas y sus candidatos: sin imprevistos. Los chilenos, como quedo demostrado el domingo, deben participar en elecciones alfabetizadas, puesto que cada elector debe identificar y marcar en cuarto oscuro su preferencia por el nombre de cada candidato, en cada categoría, en tres boletas distintas que deberá colocar en tres urnas diferentes.
Los votos, que nos son impresos por los partidos, no abundan en menciones y signos partidarios y los representantes de todos ellos figuran en una misma boleta, en orden sorteado previamente. Por lo tanto se vota al candidato que en campaña se identificó con firmeza con algún partido político o en condición de independiente.
En los cargos legislativos, aunque se elijan dos diputados por circunscripción (acceden los más votados, de allí la crítica a la bipolaridad) cada ciudadano vota por uno solo y triunfan los que reciben mayor número de preferencias. Por este sistema puede darse que dos candidatos del mismo frente e incluso del mismo partido sean elegidos, solo por ser los más votados.
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