miércoles, noviembre 02, 2005

Apuntes sobre comunicación y globalización

El primer gran escollo que se presenta al tratar de reflexionar sobre el fenómeno de la globalización y su implicancia en las sociedad y cultura del mundo, lo constituye cierta diversidad –y en algunos casos divergencia- en la conceptualización del término y en las implicancias del supuesto fenómeno que representa. Lo importante en este caso es establecer claramente cuales serán el punto de partida y los alcances que en el siguiente escrito se intentarán establecer.

García Canclini menciona a James Clifford que sostiene que “el objeto de investigación deben ser las culturas translocales, las mediaciones entre los espacios donde se habita y los itinerarios”. Además distingue la internacionalización de la transnacionalización y, a ambos, de la globalización. Entiende por globalización a “un conjunto de procesos de homogeneización y, a la vez, de fraccionamiento articulado del mundo, que reordenan las diferencias y las desigualdades sin suprimirlas”.

La globalización supone una cierta capacidad de traslación, intercambio y convivencia de divisas, personas, mercancías y símbolos; estos últimos portados a través de nuevas tecnologías o significados a través de los anteriores elementos. Los capitales suponen cierto sentido o significado, las mercancías representan a otros y sus prácticas y/o costumbres y las personas mismas ponen en juego la manipulación de prácticas aprendidas en sus contextos de origen combinados con variantes y aplicaciones cargadas de sentido, incorporadas en diversos ambientes. A esa dinámica de traslación, intercambio y convivencia, que seguramente también estuvo presente en amplios períodos de la vida humana, hay que definirla por la particular presencia de determinados componentes técnicos que en su aplicación han generado dos fenómenos particulares e intervinculantes: una notable disminución perceptiva del tiempo y del espacio.
La velocidad de la traslación de personas, mercancías y símbolos, obtenida por la aplicación de modernos instrumentos de comunicación y transporte, permiten apreciar no solo la rapidez de vinculación entre puntos geográficos distantes sino la sensación de acortamiento de esas distancias. Los conquistadores europeos emprendían largas y agotadoras travesías que insumían meses de ardua tarea para arribar a los nuevos territorios de América, África y Asia. Hoy, las modernas líneas aéreas se abocan a emprender sus tareas ofreciendo confort y entretenimiento para un vuelo intercontinental y transoceánico y con la menor cantidad de escalas posibles. Música y películas para comer y dormir en un viaje de Madrid a Buenos Aires. El líder de cualquier nación del mundo debía insumir extensos períodos de tiempo para efectuar una visita protocolar a cualquier país medianamente lejano. En estas épocas, cualquier presidente o primer ministro, o el mismo Papa (Juan Pablo Segundo ha sido notable ejemplo de la velocidad de traslación) efectúan visitas relámpago que, como en el caso de los encuentros de Davos, en Suiza, solo permanecen las horas necesarias para sus alocuciones en paneles y conferencias de prensa. En otros casos, un correo electrónico demora unos pocos instantes la respuesta allende la antípoda, tal vez el sueño reparador de la noche sea el mayor obstáculo para la comunicación instantánea. Tal vez la síntesis y esencia de lo global quede condensada en dos breves frases de Mc Luhan: “El “tiempo” ha cesado, el “espacio” se ha esfumado. Ahora, vivimos en una aldea global ... un suceder simultáneo.” (Mc Luhan, 1992, 63).

Los cambios en la percepción espacial tienen su principal referente en la modificación del peso relativo de las organizaciones político-sociales y económicas denominadas estado-nación. Al respecto, el sociólogo alemán Ulrich Beck indica que: “En general, se puede afirmar que se ha venido abajo una premisa esencial de la primera modernidad, a saber, la idea de vivir y actuar en los espacios cerrados y recíprocamente delimitados de los estados nacionales y de sus respectivas sociedades nacionales.” (Beck, 1998, 41-42). También, toma prestada la definición de Anthony Giddens para quien la globalización significa “actuar y (con)vivir superando todo tipo de separaciones (en los mundos aparentemente separados de los estados nacionales, las religiones, las regiones y los continentes).” (Beck, 1998, 42). Esta nueva situación no significa necesariamente la supresión del estado-nación sino la modificación compleja de los sistemas de relación tanto internos como externos de los componentes e instituciones de este tipo de organización. Las fronteras, mas o menos, siguen existiendo; las denominaciones de los estados también; lo mismo su organización política, social y económica; pero la forma en que estas se producen, e incluso se reproducen y manifiestan dista bastante de la asimilación tradicional. La no desaparición de los estados nacionales está principalmente sustentada en la perseverancia de dos sectores institucionales claves en el desarrollo de los flujos de traslación de mercancías y personas: las aduanas y migraciones. Sin embargo estas dependencias del estado-nación han manifestado algunos cambios –no generalizados- como es el caso de la Unión Europea; o con ciertas aperturas y , a la vez, condicionamientos, como ocurre con el tránsito de camiones en la frontera Estados Unidos – México. En este último caso los transportistas mexicanos ven limitadas sus posibilidades de cruzar la frontera por situaciones derivadas de las faltas de condiciones técnicas de sus unidades en consonancia con los requerimientos –no comerciales- sino ambientales, que requieren las autoridades norteamericanas.
Otra variación contemporánea en la relación interna y externa de cada vecindario, localidad, estado o región, es el involucrarse cotidianamente en lo que dice o hace el otro, del cual –rápidamente- nos llegan sus declaraciones o acciones. Las decisiones de unos pocos pueden incidir aun mucho más en la vida de tantos otros. Como decía también Mc Luhan, “un mundo de compromiso total, donde cada uno está profundamente envuelto en la vida de los otros.” (Mc Luhan, 1992, 61).

Appadurai sostiene que el proceso cultural de la globalización comprende dos esferas importantes: la migración, con sus derroteros de desterritorialización y reterritorialización y los flujos de comunicación, que permiten la construcción de los imaginarios.

Milly Buonanno distingue tres momentos para comprender el fenómeno global de la comunicación, partiendo de la oposición de dos paradigmas: el imperialismo cultural y la indigenización.

1.- La oferta de la comunicación: Centro y periferia. Las empresas transmisoras y productoras globales.

2.- Los consumos de la comunicación. ¿Qué hacen las audiencias con los medios?. Usos y gratificaciones. El vecindario.

3.- La influencia cultural de los medios. La interculturalidad.

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