En ciertas organizaciones sociales primitivas, por no decir poco civilizadas, se acostumbra a flagelar, marginar y, en lo posible, eliminar definitivamente al portador de algún mensaje que altere en parte o en todo la tendencia general a la que sus componentes están acostumbrados. Así está pasando, por ejemplo, en la provincia de Salta.
Resulta que el intendente de la localidad de Coronel Moldes, Carlos Lewis, ha manifestado recientemente la necesidad de que, por la vía que corresponda, se instrumenten los mecanismos necesarios para evitar que los intendentes municipales repitan sus mandatos de cuatro años en más de dos oportunidades. Es más, lo dijo en un contexto en el que solicita al Concejo Deliberante de su localidad que haga lo posible para que él mismo –que cumple su primer período como Intendente- solo pueda ser reelecto una vez.
Los propios pares, Intendentes de otras localidades, pusieron el grito en el cielo y hasta llegaron a decir (lo hizo un vecino suyo, de La Merced, Miguel Ángel Pérez), que si alguien se cree Piña (por el Obispo Emérito de Iguazú, Misiones) que se ponga la sotana.
Claro, de casi sesenta municipios salteños, el próximo año unos veinte Intendentes pretenderán alcanzar el tercero, cuarto y hasta quinto mandato. Es decir: gobernar su localidad por doce o veinte años, todo un exceso.
A Carlos Lewis, su postura lo dejará seguramente cerca de la gente, del sentido común y del criterio republicano, pero lejos de sus pares, especialmente del Foro de Intendentes Justicialistas, que él mismo integra.
Como mensajero de la buena nueva será lapidado, marginado y repelido por el status quo político, pero no interesa. El Intendente de Coronel Moldes tiene más resto que aquellos que necesitan imperiosamente del Estado y del anquilosamiento político, simplemente para sobrevivir y, más aún, para ser alguien.
En primer lugar, evitar la reelección indefinida de alguien, es más, establecerla de manera limitada, es una simple cuestión de salud institucional. A nadie se le debería mover un músculo al escuchar declaraciones de este tipo, solo para apoyarlas de manera firme y contundente.
En segundo lugar, teniendo en cuenta al mensajero, debo admitir que conozco a Carlos Lewis desde hace unos veinticinco años y sin ser amigos, se de su manera de ganarse la vida y hacer las cosas, por lo tanto reconozco en él que no existe actitud de “abulonarse” a un sillón, ejercer el poder autoritariamente, constituirse en “rey”, vivir del “estado” (va en minúscula por respeto al “Estado”) y ser alguien en la vida.
De muy jóvenes trabajamos juntos para una productora que realizaba programas de radio y televisión, especialmente para el sector agropecuario. Quien escribe era un estudiante de comunicaciones y el ahora Intendente de agronomía. Trabajamos alí por vocación, gusto y necesidad. Si bien los contenidos de los programas iban con él, también lo hacían los medios. Su padre fue el primer presentador de noticias en la televisión local, en la segunda mitad de los sesenta. Desde su profesión y junto a su mujer, integrante de una conocida familia de Coronel Moldes, comenzo a desarrollar la Finca Santa Anita.
Coronel Moldes es una pequeña localidad, el centro urbano más próximo al dique Cabra Corral, una zona que suma en los últimos diez años, la actividad turística a la vida de campo.
Finca Santa Anita es un emprendimiento que vincula a los dos, la producción y el turismo. Cuenta con un museo del tabaco soñado y armado de a poco por Carlos Lewis. Allí se pernocta, se come de primera con materias primas de calidad y gastronomía artesanal y se inician excursiones por los cerros y el lago. Turismo Rural que paraliza a exclusivos turistas extranjeros. La producción de cabras y quesos provenientes de la leche de cabras es otra actividad en la Finca. Los quesos han recibido premios internacionales por su calidad y pureza. Carlos Lewis es un emprendedor y ni siquiera le falto tiempo como para integrar una expedición argentina al Himalaya.
Claro, el Intendente de Coronel Moldes no necesita del producto de las ubres del “estado” y menos de la sangre del “Estado” para vivir y ser alguien, para eso tiene su profesión, sus propias cabras y su empeño. Por eso molesta a sus pares con esas locas ideas de limitar los mandatos de los jefes de ciudad.
Señores: la salud institucional está en peligro, estamos a tiempo. Curémonos del mal del poder absoluto que, en definitiva, corrompe absolutamente.
Resulta que el intendente de la localidad de Coronel Moldes, Carlos Lewis, ha manifestado recientemente la necesidad de que, por la vía que corresponda, se instrumenten los mecanismos necesarios para evitar que los intendentes municipales repitan sus mandatos de cuatro años en más de dos oportunidades. Es más, lo dijo en un contexto en el que solicita al Concejo Deliberante de su localidad que haga lo posible para que él mismo –que cumple su primer período como Intendente- solo pueda ser reelecto una vez.
Los propios pares, Intendentes de otras localidades, pusieron el grito en el cielo y hasta llegaron a decir (lo hizo un vecino suyo, de La Merced, Miguel Ángel Pérez), que si alguien se cree Piña (por el Obispo Emérito de Iguazú, Misiones) que se ponga la sotana.
Claro, de casi sesenta municipios salteños, el próximo año unos veinte Intendentes pretenderán alcanzar el tercero, cuarto y hasta quinto mandato. Es decir: gobernar su localidad por doce o veinte años, todo un exceso.
A Carlos Lewis, su postura lo dejará seguramente cerca de la gente, del sentido común y del criterio republicano, pero lejos de sus pares, especialmente del Foro de Intendentes Justicialistas, que él mismo integra.
Como mensajero de la buena nueva será lapidado, marginado y repelido por el status quo político, pero no interesa. El Intendente de Coronel Moldes tiene más resto que aquellos que necesitan imperiosamente del Estado y del anquilosamiento político, simplemente para sobrevivir y, más aún, para ser alguien.
En primer lugar, evitar la reelección indefinida de alguien, es más, establecerla de manera limitada, es una simple cuestión de salud institucional. A nadie se le debería mover un músculo al escuchar declaraciones de este tipo, solo para apoyarlas de manera firme y contundente.
En segundo lugar, teniendo en cuenta al mensajero, debo admitir que conozco a Carlos Lewis desde hace unos veinticinco años y sin ser amigos, se de su manera de ganarse la vida y hacer las cosas, por lo tanto reconozco en él que no existe actitud de “abulonarse” a un sillón, ejercer el poder autoritariamente, constituirse en “rey”, vivir del “estado” (va en minúscula por respeto al “Estado”) y ser alguien en la vida.
De muy jóvenes trabajamos juntos para una productora que realizaba programas de radio y televisión, especialmente para el sector agropecuario. Quien escribe era un estudiante de comunicaciones y el ahora Intendente de agronomía. Trabajamos alí por vocación, gusto y necesidad. Si bien los contenidos de los programas iban con él, también lo hacían los medios. Su padre fue el primer presentador de noticias en la televisión local, en la segunda mitad de los sesenta. Desde su profesión y junto a su mujer, integrante de una conocida familia de Coronel Moldes, comenzo a desarrollar la Finca Santa Anita.
Coronel Moldes es una pequeña localidad, el centro urbano más próximo al dique Cabra Corral, una zona que suma en los últimos diez años, la actividad turística a la vida de campo.
Finca Santa Anita es un emprendimiento que vincula a los dos, la producción y el turismo. Cuenta con un museo del tabaco soñado y armado de a poco por Carlos Lewis. Allí se pernocta, se come de primera con materias primas de calidad y gastronomía artesanal y se inician excursiones por los cerros y el lago. Turismo Rural que paraliza a exclusivos turistas extranjeros. La producción de cabras y quesos provenientes de la leche de cabras es otra actividad en la Finca. Los quesos han recibido premios internacionales por su calidad y pureza. Carlos Lewis es un emprendedor y ni siquiera le falto tiempo como para integrar una expedición argentina al Himalaya.
Claro, el Intendente de Coronel Moldes no necesita del producto de las ubres del “estado” y menos de la sangre del “Estado” para vivir y ser alguien, para eso tiene su profesión, sus propias cabras y su empeño. Por eso molesta a sus pares con esas locas ideas de limitar los mandatos de los jefes de ciudad.
Señores: la salud institucional está en peligro, estamos a tiempo. Curémonos del mal del poder absoluto que, en definitiva, corrompe absolutamente.
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