Desde la segunda mitad del siglo pasado los teóricos de la comunicación comenzaban a postular un cambio en la tendencia general de entender las formas en que la gente percibe la realidad. Hasta entonces, se insistía en una marcada influencia de medios, líderes de opinión y maestros de propaganda. Todo comenzó con la inclusión en la agenda de análisis de las distintas maneras en que la gente se relaciona, comparte sus experiencias y sentimientos, en definitiva, moldea su idea de la realidad en entornos inmediatos y más lejanos. Los primeros con gran aporte de las relaciones interpersonales y las vivencias individuales; los segundos, más propensos a admitir como totalidad las fracciones recortadas de acontecimientos espontáneos o montados al efecto, más aun por el impulso otorgado por la televisión la –luego conocida- videorealidad o videopolítica.
Esta breve referencia pude servir como punto de partida para la lectura, desde una perspectiva, de la actualidad salteña.
Por nuestras percepciones directas, aquellas mediante las cuales nuestros sentidos toman contacto con la realidad –especialmente si en los últimos años hemos viajado al menos un poco por nuestro país, e incluso otros lugares del mundo- podemos aseverar que Salta está bien. Es decir, ciertas comparaciones con capitales vecinas nos llevan a esa conclusión, en una rápida observación. Esta condición, la más de las veces, es ratificada por visitantes, por personas que, provenientes de otras distancia, ratifican la percepción.
También es posible que otras percepciones y la misma razón deriven finalmente en la inducción de que lo que parece, no lo es tanto. Por ejemplo: el impacto visual de los alrededores de la Plaza 9 de Julio (espacio verde central recuperado como patrimonio histórico-arquitectónico) y la actividad multitudinaria de la zona de calle Balcarce (epicentro de la movida nocturna) contrastan con el centro tucumano; pero ni siquiera así la calidad artística de varios edificios del antes Jardín de la República, su legado universitario, el germen intelectual y cultural de varias de sus organizaciones, o el buen gusto de las ambientaciones de bares y restaurantes de calle 25 de Mayo, pueden aun ser comparados.
Otro caso, a nivel regional, lo constituye nuestro remozado Aeropuerto Internacional “El Aybal”. Todavía no puede resistir una comparación con el de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), enmarcado en los alrededores de una ciudad próspera, claro centro económico de una de las naciones más pobres de América. El Aeropuerto Internacional “Viru Viru” es un auténtico nudo de transporte internacional, distribuidor de decenas de vuelos diarios a diversos puntos del continente y conexión a Europa..
Es cierto, no nos equivocamos... Salta está bien, mejor que antes, mejor que otros. Pero lo malo es creérsela y de esa manera quedar paralizados, convencidos de haber alcanzado el climax.
Pero, en el conjunto de percepciones y en la intervención de la razón, se impone intentar responder a una pregunta capital en la admisión de nuestra realidad y formulada a partir del convencimiento de que Salta está mejor. ¿Los salteños están mejor?.
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