martes, noviembre 22, 2005

El primer valor es el del trabajo

Cuando uno habla de valores puede ocurrir que ciertas personas lo tilden, anticipadamente, de conservador. Especialmente si se trata de recuperar valores que pregonamos como extraviados,aunque en realidad deberíamos reflexionar si es que efectivamente alguna vez rigieron esos valores o es que eran fagocitados por otro valor: el autoritarismo.
Para hacerlo sencillo lo de los valores tiene que ver con aquello que en una sociedad dada, en un tiempo determinado, tiene valor, es decir: es reconocido por todas o, al menos, la mayoría de los componentes de esa sociedad.
El primer valor a rescatar es el respeto por el otro (mancillado desde prácticas autoritarias que desconocen el valor del prójimo) . Más aun cuando queremos vivir en una sociedad que busca su perpetuación, no su autodestrucción, como considero pasa en la Argentina.
El poco valor que le damos al proximo queda marcado en un sencillo ejercicio de nuestra experiencia en la vía pública. Quien transita la "vía pública" en Argentina advierte el nulo valor del otro: al cruzar la calle, al observar prioridad de paso, al adelantar a otro vehículo, etc. El otro caso es el desinterés de ciertos medios, más que nada televisivos, en respetar la privacidad de las personas (desde la foto de Balbín en terapia intensiva hasta ahora, miles de situaciones). O el caso de los cortes de calles o rutas.
El respeto por el otro, más allá de convicciones religiosas, debe fundarse en que a ciertos derechos le corresponden ciertos deberes u obligaciones.
Otro valor venido a menos es el de lograr bienestar con esfuerzo de trabajo. Es decir que todo aquello que alcance lo lograré porque me he esforzado en la vida.
Los hechos argentinos en muchos casos demuestran lo contrario, y en más de una vez asumidos como políticas de Estado. Solamente debemos recordar la frase "el que apuesta al dólar pierde", o la solución del gastronómico y luego representante catamarqueño Luis Barrionuevo, quien sugería dejar de robar durante dos años para que el país salga adelante.
El sueño de muchos inmigrantes que les costó sudor y esfuerzo quedó trunco al devaluar el recurso humano capacitado y priorizar la viveza criolla, la especulación, la influencia y el clientelismo. Y tal vez ellos sean parte de los responsables, porque tras el sueño de "Mi hijo el dotor", las segundas y terceras generaciones dejaron a un lado el duro trabajo para transformar el campo y liderar los cambios de una nueva economía para dedicarse a la especulación, la burocracia y los servicios improductivos. De esa menra institucionalizaron la viveza criolla.
Estas situaciones demuestran que para el logro de un objetivo, no siempre hay que tomar el camino más obvio, porque suele producir consecuencias no queridas, o al menos no previstas. En este valor los medios tambien dejan mucho que desear: mucho artista, mucho futbolista, mucha vedette o modelo; cada uno que se dedique a lo suyo, pero no los hagan hablar, ni conducir programas, ni intentar comentar cualquier cosa desde la ignorancia suprema que manifiestan. Y encima, los colocan como arquetipos de lo que se debiera ser.
Perdón!!! en referencia a todo esto, ¿ lo recordamos a Favaloro?. Quiero aprovechar estas líneas para hacerlo. René Favaloro, sin dudas, fue el más grande en los últimos años.... Lástima que los valores imperantes le perforaron el alma, y él -ante los acontecimientos- no tuviera más remedio que perforarse el corazón. ¿Nadie de la dirigencia leyó, analizó e interpretó lo que pasó?... ¿ Nadie se dio cuenta del drástico llamado de atención?.
Estoy seguro que nadie, al menos, de lo que algo tienen para decidir.
Hoy debe rescatarse el valor del trabajo y la competencia del recurso humano con capacitación, conocimiento y especialización. Con la conciencia de que todos tenemos que ver con la mejora de la economía del país, con el legado de una vida mejor, de mayor calidad para las futuras generaciones.
El valor del trabajo y la capacitación, junto al respecto por el otro son los pilares fundamentales para transformar nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra política y nuestra economía.
En definitva, nosotros también somos responsables de que esto pase o no pase.

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