En época de vacaciones solemos acomodar papeles y carpetas (ahora también digitales) y sorprendernos con cosas que guardamos y, ahora, nos impulsan a la reflexión desde aquel punto lejano en el tiempo. En esa tarea encontré el último coemtario que había preparado para la radio en 2004, pensando en el año que iba a comenzar. Comparto esa reflexión y, de paso, reivindico el valor de la "conserva de la información", cuestión que muchos medios del interior la tienen descuidada, desconociendo incluso las ventajas econ{omicas que podría brindarle el uso racional de ese recurso (tengamos en cuenta el negocio que hace Televisa con "El Chavo" y "Chespirito", durante décadas y en varios idiomas, con la sola fórmula de hacer copias, repetir capítulos y aprovecharse de los nuevos públicos, es decir las generaciones que se agregan al mercado audiovisual):
A las puertas del 2005 quiero hablar sobre algo que ocurrirá en el año, al menos espero que ocurra, y es que los argentinos volveremos a las urnas cumpliendo 22 años de acudir ininterrumpidamente a los lugares de votación. Más allá de discursos demagógicos, que seguramente los habrá (que sean otros los que se hagan cargo de esa irresponsabilidad), no podemos dejar que solo sean las observaciones frívolas las que predominen. Más aún cuando la mitad de los argentinos que votemos en el 2005 lo habremos hecho ya ( o al menos tuvimos la oportunidad de hacerlo) por lo menos diez veces. Calculo que a esa altura ya sabremos qué esperar, qué pedir, qué exigir de nuestros futuros representantes ( y de los que busquen re-editar períodos legislativos). Desde aquí, solo insistiré en las necesidades urgentes de profundas reformas políticas que involucran la vida interna de los partidos y las reglas de juego vigentes para los tiempos de campaña, sin abundar aun en los requisitos previos que debieran reunir los candidatos y las exigencias posteriores de rendición periódica de cuentas de las actividades representativas. Aunque se diga que se vayan todos asumamos que; con mayor o menor gusto, son nuestros representantes (por ley), pues entonces hagamos algo para mejorar: entre otras cosas no eludamos sino exijamos el debate. Pero también aportemos cambios a nuestra cultura social y política que permita la construcción de una Salta y una Argentina dignas de ser vividas, no porque hoy sean lugares feos o de gente mala, sino por que la falta de justicia, de oportunidades, de igualdad, de distribución equitativa y de perspectivas de progreso nublan el panorama. Además porque coincido en que no solo necesitamos fuertes instituciones para desarrollar nuestra democracia sino una cultura que permita alcanzar todo lo que nos falta. En ese sentido quiero compartir una descripción que Robert Putnam ha hecho de las particularidades culturales del norte y del sur de Italia que con las mismas instituciones han logrado distintas metas. De la síntesis de ambas descripciones saque cada uno sus propias conclusiones de a cuál de ellas más nos parecemos.
“En el norte de Italia los ciudadanos compartían un acendrado sentido de comunidad. Cuando concurrían a votar actuaban responsablemente por estar mejor enterados de los temas que se debatían y tener una mayor preocupación por la búsqueda del bien de todos. La función pública era desempeñada más honesta y eficazmente, teniendo presente la obligación de respetar la ley y buscar el bien común, pues las relaciones entre líderes políticos y ciudadanos eran más impersonales. Un número importante contribuía a la solución de los problemas de la comunidad a través de organizaciones privadas. Los líderes políticos toleraban las discrepancias y respetaban el pensamiento de sus adversarios con los que estaban dispuestos a negociar acuerdos (es decir alcanzar consensos). Las instituciones públicas se caracterizaban por la estabilidad de sus normas y de sus funcionarios, así como por la seriedad, profesionalismo y eficacia de su gestión”.
“En el sur de Italia el sentido de comunidad era débil o inexistente, los ciudadanos se informaban y se interesaban sobre los asuntos públicos en menor grado, buscaban satisfacer intereses particulares y eran renuentes a integrar organizaciones que
encontraran soluciones a los problemas colectivos por sus propios medios. Concurrían a votar como integrantes de la clientela electoral del líder político al que servían, del que esperaban recibir beneficios inmediatos y ventajas personales o familiares. Estaban poco dispuestos a asumir sus responsabilidades y eran renuentes a contribuir al sustento económico del gobierno, del que esperaban toda suerte de beneficios. A esta realidad cultural se habían amoldado los partidos, por lo que sus líderes practicaban una retórica cargada de promesas, que no se cumplían, y formaban agrupaciones facciosas y clientelares. No estaban dispuestos a llegar a compromisos con sus adversarios, por desconfiar de sus intenciones y creer que cualquier transacción terminaría perjudicándolos. En las decisiones tomadas por autoridades y políticos no pesaban las disposiciones de la ley ni los méritos del asunto sometido a su conocimiento, sino quién era el peticionario y cuál era su significación personal, familiar o política. La burocracia tendía a ser indolente, ineficaz, deshonesta y de baja calidad profesional. En razón del difundido familismo y del contenido personal y vertical de las relaciones políticas, expresado en el vínculo “patrón-cliente”, quienes desempeñaban funciones públicas practicaban el nepotismo, repartían prebendas, concedían favores, otorgaban empleos y atendían intereses particulares en menoscabo de los públicos. Entre la familia y el Estado, ambos muy influyentes, casi no había organizaciones comunitarias propias de una desarrollada sociedad civil”.
“Los italianos vivieron durante las últimas décadas un profundo proceso de descentralización y autonomía regionales, la simbiosis entre los dos factores el cultural y el administrativo permitió que las distancias en los niveles de bienestar que separaban a las dos regiones, en lugar de acortarse, se había ampliado”. Según señala en un estudio Osvaldo Hurtado, ex presidente de Ecuador.
Los salteños, en cada provincia argentina, los ciudadanos de esta país y de varias naciones de América Latina, estaremos dispuestos a hacer nuestro aporte para el desarrollo social, económico y político de nuestros municipios, nuestra provincia, nuestro país, nuestra región en el próximo año?
“En el norte de Italia los ciudadanos compartían un acendrado sentido de comunidad. Cuando concurrían a votar actuaban responsablemente por estar mejor enterados de los temas que se debatían y tener una mayor preocupación por la búsqueda del bien de todos. La función pública era desempeñada más honesta y eficazmente, teniendo presente la obligación de respetar la ley y buscar el bien común, pues las relaciones entre líderes políticos y ciudadanos eran más impersonales. Un número importante contribuía a la solución de los problemas de la comunidad a través de organizaciones privadas. Los líderes políticos toleraban las discrepancias y respetaban el pensamiento de sus adversarios con los que estaban dispuestos a negociar acuerdos (es decir alcanzar consensos). Las instituciones públicas se caracterizaban por la estabilidad de sus normas y de sus funcionarios, así como por la seriedad, profesionalismo y eficacia de su gestión”.
“En el sur de Italia el sentido de comunidad era débil o inexistente, los ciudadanos se informaban y se interesaban sobre los asuntos públicos en menor grado, buscaban satisfacer intereses particulares y eran renuentes a integrar organizaciones que
encontraran soluciones a los problemas colectivos por sus propios medios. Concurrían a votar como integrantes de la clientela electoral del líder político al que servían, del que esperaban recibir beneficios inmediatos y ventajas personales o familiares. Estaban poco dispuestos a asumir sus responsabilidades y eran renuentes a contribuir al sustento económico del gobierno, del que esperaban toda suerte de beneficios. A esta realidad cultural se habían amoldado los partidos, por lo que sus líderes practicaban una retórica cargada de promesas, que no se cumplían, y formaban agrupaciones facciosas y clientelares. No estaban dispuestos a llegar a compromisos con sus adversarios, por desconfiar de sus intenciones y creer que cualquier transacción terminaría perjudicándolos. En las decisiones tomadas por autoridades y políticos no pesaban las disposiciones de la ley ni los méritos del asunto sometido a su conocimiento, sino quién era el peticionario y cuál era su significación personal, familiar o política. La burocracia tendía a ser indolente, ineficaz, deshonesta y de baja calidad profesional. En razón del difundido familismo y del contenido personal y vertical de las relaciones políticas, expresado en el vínculo “patrón-cliente”, quienes desempeñaban funciones públicas practicaban el nepotismo, repartían prebendas, concedían favores, otorgaban empleos y atendían intereses particulares en menoscabo de los públicos. Entre la familia y el Estado, ambos muy influyentes, casi no había organizaciones comunitarias propias de una desarrollada sociedad civil”.
“Los italianos vivieron durante las últimas décadas un profundo proceso de descentralización y autonomía regionales, la simbiosis entre los dos factores el cultural y el administrativo permitió que las distancias en los niveles de bienestar que separaban a las dos regiones, en lugar de acortarse, se había ampliado”. Según señala en un estudio Osvaldo Hurtado, ex presidente de Ecuador.
Los salteños, en cada provincia argentina, los ciudadanos de esta país y de varias naciones de América Latina, estaremos dispuestos a hacer nuestro aporte para el desarrollo social, económico y político de nuestros municipios, nuestra provincia, nuestro país, nuestra región en el próximo año?
1 comentario:
con algunas modificaciones en lo que se refiere a lo electoral, este es un articulo que perfectamente se podria haber copiado y pegado para que funcione para el 2006. Las cosas no cambiaron tanto y las mismas dudas siguen en todos.
Creo que ningun planteo fue resuelto.
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